Vivimos en una época de la historia en la que el juzgar si algo es bueno o malo, correcto o incorrecto se ha vuelto una difícil tarea, no porque no se pueda hacer, sino porque la filosofía reinante en la sociedad del siglo XXI es el relativismo, que expresa en palabras simples, que lo que es bueno o correcto para mí no necesariamente lo es para ti; y se basa en la idea de que el hombre es incapaz de alcanzar o descubrir verdades absolutas.
Esto nos obliga a preguntarnos ¿Qué es bueno o malo realmente? O más bien, ¿Puedo saber con certeza lo que es correcto o no?
Podríamos citar algunas fuentes que nos proporcionan parámetros para juzgar si algo es bueno o malo, correcto o incorrecto, estas son:
La Conciencia: nos permite percibir las demandas morales de Dios. Es la ley de Dios que por naturaleza está en nuestros corazones.
Sentido Común: son el conjunto de valores o principios generalmente aceptados por la sociedad.
Las Leyes: conjunto de disposiciones legales que rigen los diferentes ámbitos del hombre, la sociedad o la nación.
La Palabra de Dios: La Biblia, expresa las leyes infalibles de Dios, relativas a todos los asuntos de los hombres. Es la única verdad absoluta por la cual Dios desea que el hombre rija todos sus caminos.
Lo lamentable es que a pesar de existir estos parámetros que rigen el comportamiento moral, social, económico y político, parece que al final, el hombre, el ser humano, tiene la tendencia a ajustarlos con el fin de conseguir lo que es de su interés; y donde lo correcto o incorrecto se define en base a las conveniencias personales, económicas o políticas generando el caos social, moral y espiritual.
Pienso que no tenemos excusa para hacer lo que corresponde en cada situación; sin embargo, es potestad de cada uno de nosotros elegir hacer lo bueno y lo correcto o no. Ahora bien, quiero invitarte a reflexionar lo siguiente:
¿Por qué conformarnos con hacer lo que todo el mundo hace, sin importar las consecuencias propias o generadas a terceros aún a sabiendas de que no es conveniente?
¿Por qué aceptar como bueno y correcto aquellos hechos o filosofías propuestas, nada más porque se está haciendo común en una determinada masa de la población?
¿Por qué conformarnos con lo muy poco y perjudicial que nos deja una vida de libertinaje, complacencias y concesiones morales si tenemos la gran oportunidad de escoger lo mejor?
“Si hicieras lo bueno, podrías andar con la frente en alto. Pero si haces lo malo, el pecado te acecha, como una fiera lista para atraparte. No obstante, tú puedes dominarlo” (Génesis 4:7).
Finalmente, considero que esta realidad pone de manifiesto la gran necesidad que tiene el hombre y la mujer de hoy de que conocer a Aquel que dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida…” (Evangelio de Juan 14:6), a Jesús, a Dios mismo, y a tomar la Biblia, su Palabra, como nuestra regla de fe y conducta.
Dios es el único, quién por medio de Su Palabra (La Biblia), puede ayudarnos a establecer una verdadera escala de valores que nos faculte para saber escoger lo mejor, en otras palabras, hacer lo correcto.
Juan Carlos y Lismary Rada