Una vez más y como todos los años ha llegado la navidad, tiempo de celebración, de compartir en familia.
Para algunos es la oportunidad de vacacionar, o de visitar a sus parientes lejanos. Los niños la relacionan con regalos. Los jóvenes con fiestas e intercambios. Los adultos con la oportunidad de hacer arreglos e inversiones gracias a las utilidades.
Es el tiempo para dar mayor colorido a la casa, con luces, adornos alusivos a la fecha, el arbolito de navidad y el nacimiento, entre otras cosas.
A muchos todo esto les brinda un tiempo de alegría, mientras que a otros, estas fechas les generan frustración y tristeza, debido a causas como, recuerdos desagradables de las mismas, carencia de dinero para hacer mucho de lo tradicional, o bien el recuerdo de la partida de ser querido, a quien extrañamos más por este tiempo.
Cuando la Navidad, para nosotros se resume en estas cosas (fiestas, comidas, adornos, regalos, arreglos, inversiones, o bien, tristeza por alguna circunstancia), no dejará de ser un tiempo de felicidad o tristeza, de satisfacción o amargura, de logros o frustraciones; de ser una época deseada o despreciada, y todo motivado a las circunstancias que nos rodean.
Por ello es necesario que recordemos el verdadero espíritu de esta celebración, y permítame recordárselo con estas palabras:
“Cerca de ahí había algunos pastores que pasaban la noche en el campo cuidando su rebaño.
De pronto, se les apareció un ángel del Señor. El esplendor de la presencia del Señor los rodeó y se aterrorizaron.
El ángel les dijo: "No tengan miedo, traigo buenas noticias que les darán mucha alegría a todos.
Hoy en el pueblo del rey David, les ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor.”
Es la conmemoración del Nacimiento de Jesús, la razón de ser de estas fechas.
El nacimiento de Un hermoso niño que nació en Belén, que al hacerse hombre predicó las Buenas Nuevas de Salvación. Brindó salud, esperanza y salvación por doquier. Fue crucificado, muerto y sepultado en Jerusalén, de donde también, al tercer día de los muertos resucitó.
Un hombre que su vida dio en sacrificio para ofrecer el mejor de los regalos: “El perdón de los pecados y la vida eterna”, para todo aquel que lo reciba.
Este Jesús en quien descansamos nuestra fe, y quien posee los maravillosos dones de amar y perdonar, es quién debe ser el centro de nuestra festividad.
¿y cómo logramos hacer esto?
1. Haz que por Él y para El sea esta celebración. Deja que Jesús vuelva a nacer, pero esta vez en tu corazón, permítele llenar tu vida de su paz y de su amor.
2. Conviértete en el mejor regalo de navidad para tu familia. Y no necesitas envoltura, pero si disposición para dar lo que hay en tu interior: abrazos que transmitan amor, cariño, perdón y comprensión. Pero sobre todo ora para que Jesús derrame de sus bendiciones sobre los tuyos.
3. No permitas que la tristeza y el dolor tomen el control de tu vida. Considera que a tu alrededor, hay otras personas quienes esperan que le brindes amor, o una sonrisa, un abrazo, una atención. Deja un espacio para compartir la navidad con aquellos que hoy están contigo.
4. Finalmente te invito a ofrecerle a Jesús el mejor regalo que le puedes brindar: tu vida. Ábrele tu corazón, invitarlo a entrar, hazlo el Señor de tu vida.
Le invito a que oremos juntos en este momento, reflexionando acerca de lo que es realmente la Navidad…
Por Jesús y para Jesús sea esta celebración. Deja que Él vuelva a nacer, pero esta vez en tu corazón, y que llene tu vida de su paz y de su amor.
¡Feliz Navidad!
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