Pensamiento de la Semana
JESÚS dijo en una ocasión: “...Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Juan 10:10b). Cuando pienso en esto, no puedo sino llegar a la conclusión, de que el propósito de Dios para con el hombre va mas allá del hecho de proporcionarle existencia física (vida), va hasta el hecho de que Él desea que esta existencia física o vida sea abundante, es decir, que sea plena, rebosante, que posea más de lo necesario de aquellas cosas que realmente proporcionan bienestar a los hombres.
Hombre y Mujer, a imagen de Dios
Claves para la buena comunicación
La buena comunicación depende de unos pocos principios cardinales. Si aprendemos a aplicarlos, tenemos grandes posibilidades de labrar relaciones felices y productivas.
Sinceridad. Para empezar una relación con buen pie hay que ser sincero y franco.
Tacto. Aunque es imperativo ser sincero, también es importante expresarse con gentileza y consideración, sobre todo con personas susceptibles y cuando se traten temas delicados.
Sabiduría. La sabiduría nos enseña a tener tacto. Las páginas de la Biblia contienen gran cantidad de consejos prudentes aplicables a la vida cotidiana. También es posible imbuirse de sabiduría para hacer frente a las situaciones particulares que uno vive pidiéndosela a Dios. La Biblia promete que nos será concedida (Santiago 1:5) , pero tenemos que pedírsela.
Amor. Puede que no hagamos ni digamos todo a la perfección; pero si los demás ven que estamos motivados por el amor, los enredos o malentendidos de poca monta no pasan a mayores.
Oración. Hay veces en que rezar con una persona sobre una situación que la afecta a ella y también a ti es lo mejor que se puede hacer para llegar a un buen entendimiento.
Optimismo. Un carácter optimista suele suscitar reacciones igualmente positivas.
Sentido de la oportunidad. Tan importante como saber qué decir es saber elegir el momento para decirlo, y reconocer también cuándo conviene quedarse callado.
Mostrarse accesible. El diccionario define a una persona accesible como «de fácil acceso o trato; abordable; afable». Si alguien sabe que te tomarás la molestia de escucharlo, puedes tener la certeza de que te has ganado su amistad.
Prestar atención. Es recomendable que escuches lo que te quieren decir los demás sin interrumpirlos, ni apurarlos, ni terminar las frases por ellos. Escuchar con atención es la mejor manera de fomentar un diálogo constructivo.
Amplitud de miras. Las opiniones de las personas y su forma de abordar los problemas son tan diversas como las mismas personas. Permitir que la otra parte exprese lo que piensa y lo que siente manifiesta respeto y propicia intercambios fructíferos y positivos. La gente se sentirá mucho más cómoda con nosotros y acudirá a pedirnos consejo si sabe que la escucharemos con una actitud abierta, aunque no siempre coincidamos con sus puntos de vista.
Empatía. Debemos ser sensibles a lo que complace o desagrada a los demás, a sus necesidades y estados de ánimo. Pongámonos en el lugar del otro. Sigamos la Regla de Oro (Mateo 7:12).
Sentido del humor. Unas cuantas risas pueden resultar muy oportunas para evitar que un intercambio de difícil pronóstico se torne demasiado intenso. Mejor no tomarse las cosas a la tremenda.
Claridad. Habría menos malentendidos entre las personas si estas no se anduvieran con tantos rodeos y no recurrieran a tantas insinuaciones. Es mejor decir las cosas sin ambages que dejar intrigado al interlocutor. Si no estamos seguros de que nos entendió, mejor preguntárselo.
Esfuerzo. A veces cuesta comunicarse; no hay vuelta que darle.
Constancia. Las personas que se comunican con frecuencia se entienden mejor y tienen mayores probabilidades de resolver sus diferencias en cuanto surgen. ■
Escrito por Keith Phillips y tomado de la Revista "Conéctate" mes de Noviembre 2012