Siempre
ha existido la disyuntiva acerca de quién será mejor ¿el hombre o la mujer? O
¿Quién será mayor? ¿Quién será más fuerte? ¿Quién complementa a quién? Desde el
machismo hasta el feminismo nos hemos enfrascado en una tonta batalla de ideas
y a veces de algo más.
Creo
que lo mejor a la hora de dilucidar estás cuestiones, es preguntarle como
decimos en criollo, al Padre de la criatura, a Dios. El creo al hombre y a la
mujer, así que nadie mejor que Él para aclarar dudas.
Para acudir a Dios con el fin
de aclarar dudas, lo mejor que podemos hacer es ir a Su Palabra, La Biblia. En
Génesis 1:27 leemos: “Así que Dios creó a
los seres humanos a su propia imagen. A imagen de Dios los creó; hombre y mujer
los creó”. Según este versículo, Dios creó tanto al hombre como a la mujer
en condiciones de igualdad y con el mismo diseño: “a Su imagen”. No encontramos preferencias, ni exaltación alguna
para ninguno de los dos.
En los versículos siguientes
vemos, que tanto tareas, como mandamientos y ordenanzas, fueron dados a ambos
por igual: “Luego Dios los bendijo con
las siguientes palabras: «Sean fructíferos y multiplíquense. Llenen la tierra y
gobiernen sobre ella. Reinen sobre los peces del mar, las aves del cielo y
todos los animales que corren por el suelo».” (Génesis 1:28).
Luego en el capítulo 2 de Génesis, encontramos con más detalle, como fue que
Dios creo a Adán y a Eva. Observamos que Dios hizo primero al hombre (Génesis
2:7), posteriormente, al ver Dios que Adán estaba solo, carente de una ayuda
ideal, decidió crear a Eva (Génesis 2:21-25).
Si examinamos con más detalle
estos versículos, notaremos que Adán estaba solo, en tal grado que nada en toda
la creación podía satisfacer dicha necesidad. Es entonces, que Dios toma la
decisión de crear a Eva y lo hace partiendo de una costilla de Adán y no del
polvo de la tierra como lo hizo en el principio con este, ¿Querrá decirnos algo
Dios, al crear a Eva de manera distinta?
Eva vino a ser la respuesta de
Dios a la necesidad de Adán, convirtiéndola en el complemento perfecto para
él. Por fin el hombre podía estar
completo, pleno, satisfecho, gracias a Eva.
Sin embargo cabe destacar, que
tan maravillosa, extraordinaria y perfecta respuesta de Dios, la mujer, no
estaba completa en sí misma, pues fue diseñada para complementar al hombre. Todo esto nos pone en igualdad de condiciones, pues el hombre sin la mujer está
incompleto y la mujer sin el hombre también lo está.
Fuimos diseñados para
complementarnos, por lo que asumir actitudes de competencia, es a todas luces
un acto de insensatez.
Jamás el hombre y la mujer, muy
a pesar de realizar iguales tareas y asumir iguales responsabilidades, podrán
igualarse en virtudes y capacidades, pues Dios nos hizo distintos, diferentes
con el fin de que al unirnos, formáramos una unidad perfecta. Dos seres (hombre
y mujer) radicalmente distintos, conformando una perfecta unidad en medio de la
diversidad que le caracterizan.
¿Cómo es posible que dos seres
tan distintos puedan compartir una vida juntos y en armonía? La única manera de
lograrlo, es asumiendo el diseño de Dios para la vida de cada uno en la
relación matrimonial. Tanto el hombre como la mujer ejerciendo sus roles
reglamentarios, aceptando sus posiciones dentro de la relación matrimonial y
comprendiendo que el fin de la misma es la complementariedad y no la
competencia.
Con la creación de la mujer
como respuesta a la necesidad del hombre, Dios dio origen al matrimonio como
base fundamental del hogar y de la sociedad, haciéndolo tan perfecto y
maravilloso como el resto de la creación (no olvidemos que todo esto ocurrió en
el sexto día de la creación).
Si hoy no funciona como el
diseño perfecto que Dios creó, no es porque Él como Diseñador haya fallado, es
porque nosotros nos hemos alejado de sus parámetros. Así que, en lugar de mirar
alrededor en busca de culpables o responsables; de buscar en tantas filosofías
respuestas o consejos; de denigrar de la institución matrimonial como algo
defectuoso, fallido o anticuado; en primer lugar seamos valientes y humildes
reconociendo que hemos errado en nuestro proceder. Luego, acudamos al Gran
Creador y Diseñador del hombre, la mujer y el matrimonio, con el fin de recibir
sus consejos, la debida orientación y su inigualable ayuda para que nuestros
matrimonios sean como Él lo planeó y nosotros disfrutemos del mismo,
comprobando que es como Dios lo vio “bueno en gran manera”.
Juan Carlos Rada
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